Los fuegos artificiales dejan en el aire
algunas toxinas que no se descomponen, sino que permanecen en el aire y en el
medio ambiente durante horas, envenenando todo aquello con lo que entran en
contacto.
La exposición a partículas finas, como las
que se encuentran en el humo de los fuegos artificiales, puede tener
implicaciones negativas para la salud, como la tos, la falta de aliento, el asma
e incluso los ataques cardíacos, según la EPA (EE.UU.). Las personas que corren
mayor riesgo de tener problemas son las que tienen enfermedades cardíacas o
pulmonares, los ancianos y los niños.
En un espectáculo pirotécnico, las
partículas que caen al suelo (productos químicos y desechos físicos reales) a
menudo contienen productos químicos propulsores y tintes que se abren camino en
el suelo y en nuestros sistemas de agua.
Muchas de las materias primas utilizadas para crear fuegos artificiales se extraen de las montañas, un proceso destructivo que tala los bosques y destruye los hábitats de la vida silvestre. Las rocas restantes son descartadas en los valles, bloqueando y contaminando los arroyos que fluyen.
Aunque las mezclas de los compuestos que
nos podemos encontrar en ellos suele ser un secreto que las casas comerciales
guardan celosamente, su composición sigue una receta muy concreta: una
sustancia química rica en oxígeno y un químico que sirva como combustible. Lo
que vemos, lo que oímos con cada explosión, será por tanto el resultado de
varias reacciones químicas -oxidaciones y reducciones- que tienen lugar dentro
de los fuegos artificiales a medida que ascienden al cielo.
Además del carbono, que provee el combustible; el magnesio, que incrementa el brillo y la luminosidad; el calcio, cuya función es dar más intensidad a los colores, existen tres tipos distintos de oxidantes que se encargan de generar el oxígeno que reaccionará durante la combustión: los nitratos, los cloratos y los percloratos. Sus diferencias estriban en la cantidad de oxígeno que ceden en forma de oxígeno molecular. Los nitratos ceden 1/3 del oxígeno que contienen, por el contrario, los cloratos (menos estables y más peligrosos de manejar) y percloratos ceden todo su oxígeno molecular. Estos, combinados con sustancias reductoras, de azufre y de carbono,
encargadas
de actuar como combustibles, producen la energía de la explosión. Los enormes
‘booms’ escuchados a nivel del suelo serán entonces el resultado de una rápida
liberación de energía en el aire, que, como si se tratara de un cañón, al
reaccionar genera de forma muy rápida una gran cantidad de gases que son los
encargados de empujar la bala y salir despedidos por la boca del cañón. Esto
produce una onda de choque, una explosión sónica.
Aprovechando que estamos hablando de
pirotecnia, te recordamos cuales son los recaudos a tomar con tu mascota:
º No dejarlas al aire libre o en balcones sin
protección
º No
tenerlas atadas
º Distraerlos con alimentos y juegos
º No
manipular los fuegos artificiales cerca de las mascotas